No será porque no estuviéramos avisados. Venecia, el monte Saint-Michel, la Acrópolis, las playas de Boracay… enclaves atestados de móviles a la caza del penúltimo selfie. No aludo a los turistas, que estos son apéndices irrelevantes de los smartphones que los dominan, que los obligan por imperativo social a registrar el tiktok definitivo. Lo que avisé es que era cuestión de tiempo, de poquísimo tiempo, que los destinos Top 10 –pronunciado toptén y medidos en miles de likes– acabarían inventando el modo de “cobrarse” el desgaste de tanta zapatilla de marca ocupada por alevines de Indiana Jones.
Esta semana le ha tocado a Sevilla. En adelante, para visitar su Plaza de España, habrá dos opciones: la de hacer cola para pagar y la gratuita, reservada a los hispalenses de cuna o residencia y, me imagino, que también a los oriundos del planeta Naboo, que algún mérito tendrán por haberla convertido en el centro de la galaxia.
Difícil encrucijada la de un país como el nuestro en el que el turismo es la primera fuente de ingresos. La de Sevilla puede parecer una medida suicida, pues ahuyentará las visitas de una de sus atracciones más populares. Sin embargo, quizás no lo sea tanto, a la vista del número creciente de viajeros que regresan a sus hogares con la frustración plasmada en sus redes sociales, tras visitar, por ejemplo, el yacimiento megalítico de Stonehenge en Inglaterra, la ciudad jordana de Petra o la Gran Muralla china. Así al menos lo reflejan análisis de datos, como el publicado recientemente en The Conversation, titulado Cuando visitar las maravillas del mundo se considera una pesadilla.
Entonces, decisiones como la del ayuntamiento hispalense pueden resultar beneficiosas (y no sólo económicamente), ya que ponerle precio a la visita disuadirá tanto a los turistas con menor poder adquisitivo como a los menos interesados en esta clase de atracción. Por contra, los que sí paguen terminarán más satisfechos con su visita menos bulliciosa y el círculo virtuoso –más recomendaciones > mayor valor percibido > más visitas > más recomendaciones, etc.– estará servido. Lo de menos, por tanto, no son los ingresos adicionales, sino la discriminación que establecen los pocos euros que cueste la entrada.
Porque un precio no es solamente una fuente de ingresos; un precio es una herramienta que publicita el valor (no la tarifa) de lo que se ofrece. Por ejemplo, a los ojos de un comprador, no “valdría” lo mismo un Ferrari a estrenar por 10.000 euros que uno por medio millón; el primero es una incongruencia, un error, porque, lo coherente con el lujo que proclama de sí mismo, es que semejante coche “cueste” tanto que muchos clientes se digan «no es para mí», mientras que, al rebajarlo al precio de un utilitario, lo comparará con él, lo enrasará a su nivel… lo de(s)preciará.
Hechas las advertencias, no insistiré. Tan sólo me limitaré a recordar dos cosas: una, que cuando un munícipe se anima y pone en marcha una medida los demás se contagian a velocidades supersónicas; y dos, que España está bien servida de plazas bonitas.
Gracias por darme tiempo.
![](https://franciscopadillachacon.wordpress.com/wp-content/uploads/2024/02/fea263d7-f220-49bb-a5c2-e38b445c3b4d-1.jpg?w=1024)
Quiero, primero, pedir perdón por mi atrevimiento, pero he leído lo que escribes sobre La Plaza de Sevilla y a pesar de estar de acuerdo en muchas de las cosas que dices, hay una que me ha tocado.
Dices textualmente «ya que ponerle precio a la visita disuadirá tanto a los turistas con menor poder adquisitivo….» y yo me pregunto, ¿los que no tenemos mucho dinero no podemos disfrutar de las obras de arte?, parece que somos el sector que no tenemos derecho a casi nada.
Por otra parte dicen que sería gratuita para los » los hispalenses de cuna o residencia «. Un grupo de adolescentes haciendo botellón un sábado a la noche, aprecian más el arte que un toledano enamorado del arte y la cultura. ?
Muchas gracias por leerme
Rita Mazo
Me gustaLe gusta a 1 persona
¡Bendito tu atrevimiento, Rita!
Espero que no se entienda que apoyo la medida de cobrar entradas por acceder a un espacio tan público como una plaza (de ahí la ironía, no exenta de denuncia, con que concluyo mi entrada). Ni siquiera sé con certeza que el Ayuntamiento de Sevilla haya hecho una reflexión parecida a la que yo he apuntado acerca del precio; creo, más bien, que ha echado mano del ejemplo de otros lugares.
Tan solo he planteado el problema de la masificación del turismo, disparada sobre todo tras la pandemia (hay medios que denominan a esta “efecto venganza”) y la “solución” que, en este caso Sevilla, va a experimentar para ponerle coto sin espantar (suponen) al turismo.
Como digo, el precio es una herramienta con sus virtudes y también con sus “daños colaterales”. Otros enclaves optan por una política de “números clausos” que también incide en el precio sin ser tan evidente.
En fin, que para los que viajamos tan malo es pagar más como vernos, por ejemplo, llevados en volandas por un tropel en medio de la Plaza de San Marcos. Si supiera la solución sería alcalde de Venecia (es broma).
Gracias a ti por leerme, y por comentarme.
Me gustaMe gusta