¿Soy un esnob?

Fue un colega inglés quien me explicó el origen de la palabra snob, sin la e que añadimos al españolizarla. Contaba que tal expresión se acuñó en el Reino Unido, cuando su pujante burguesía industrial empezó a enviar a sus hijos a los elitistas colleges de Oxford y Cambridge. Los registros de ingreso, que hasta entonces recogían el nombre y el título nobiliario del que provenía el estudiante, incorporaron para este último dato el término sine nobilitate, sin nobleza, latinajo que el chupatintas de la secretaría comprimió hasta la palabra que hoy conocemos.

Esnob. 1. m. y f. Persona que imita con afectación las maneras, opiniones, etc. de aquellos a quienes considera distinguidos. U. t. c. adj.

Como se ve, la Real Academia Española de la Lengua (RAE) se abstiene de dar al término una carga marcadamente peyorativa. Estarás de acuerdo en que la acepción no es un adjetivo que cualquiera desee lucir, pero es infinitamente más indulgente que el significado en inglés. Para un británico, esnob es sinónimo de prepotente, del arribista que desprecia a aquellos que considera de inferior rango social o económico. El comportamiento degenera en esnobismo cuando el que se mimetiza con un barón o una duquesa se acaba creyendo noble y menosprecia a los que antes eran pares suyos.

Si bien los súbditos de Su Graciosa Majestad han estudiado el asunto a fondo, en su afán ecuménico, no se han privado de explicarnos urbi et orbe dónde se pueden observar los esnobismos más característicos. En este sentido, sus favoritos son los norteamericanos. Entre mis escenas favoritas, recuerdo una de Cuatro bodas y un funeral (1994), de Mike Newell, en la que una invitada estadounidense pregunta: «¿Conoce usted a Oscar Wilde?» a Gareth, el desenfrenado amigo que encarna Simon Callow, y este responde: «No, personalmente no. Pero creo que conozco a alguien que puede proporcionarle su número de fax».


Curiosamente, esta sociedad nuestra de hegemónicas clases medias, que, al menos nominalmente, se tiene por igualitaria, ni mucho menos ha llegado a erradicar el esnobismo. Desde la cola que nos diferencia al embarcar en un vuelo, hasta la deferencia que creemos merecer en el banco, pasando por las tarjetas oro y platino que nos identifican como “especiales” en la tienda de ropa o en la cadena hotelera; si algo saben los profesionales del marketing es que, más que un descuento, lo que más nos gusta es sentir que nos tratan mejor que al cliente de al lado. Quizás haya quien lo califique de envidia, pero, ¿acaso el esnob no es ese tipo cuyo mayor disfrute es ser envidiado?

Por eso me parece que lo esnob es un comportamiento muy extendido. Hay padres que hacen colosales esfuerzos por asegurarse de que sus retoños se relacionen bien; no tanto por que se desenvuelvan con soltura en las matemáticas, sino en las fiestas donde pululan los apellidos con mejor pedigrí. Conozco absurdos tales como vestir a una hija para que pase un fin de semana con sus amigos, gastándose –¿o diría mejor “invirtiendo”?– lo que no se permitirían para las vacaciones de la familia entera. Cualquier dispendio es poco con tal de que el fulgor de la “debutante” logre atraer al “partido” que le erradique el baldón de su clase.

El Arte ha tratado el esnobismo con más ironía que saña. Me malicio que debido a lo expuesto anteriormente: que siendo tan habitual, el que se atrevía a arrojar la piedra contra alguien debía estar bien seguro de estar libre de pecado. Así, los celestinos amaños de Emma Woodhouse, la protagonista de Emma (1816), de la novelista inglesa Jane Austen (1775-1817), se topan con el esnobismo que humilla a su amiga Harriet Smith, conducta que la novela, pedagógicamente, reprende. Como humor fue, no exento de juicio, el que Virginia Woolf (1882-1941) empleó al explorar el esnobismo, sin dejar de preguntarse ella misma si estaba afectada. ¿Soy una esnob?, fue el breve ensayo que escribió la autora británica en 1936, aunque no fuera publicado hasta 1972, mucho después de su muerte, en un libro recopilatorio titulado Momentos de vida.

Concluyo así, precisamente con la pregunta con que deberíamos retarnos más a menudo: ¿Soy un esnob?

Gracias por darme tiempo.

Publicado por fpadillach

Mérida, 1963. Desde mi infancia soñé ser escritor, pero pospuse el impulso en favor de proyectos más ‘razonables’. Licenciado en Derecho por la Complutense y con estudios de postgrado en Esade y la Universidad de California, hasta 2018 he trabajado en empresas multinacionales. Ahora escribo. "Tres Sures sin Norte" (2020) fue mi primera novela. “Diva Æterna” (2023) la segunda, pero no la última. También escribo relatos cortos, como “La prestamista de embustes”, ganador del XXXIV Certamen Literario “Joaquín Lobato” del Ayuntamiento de Vélez-Málaga, “Maneki-neko”, finalista del V Premio Internacional Ciudad de Sevilla, o "Josune no camina sola", microrrelato finalista del II Concurso “100 caminos 100 relatos” del Circulo Chileno de Amigos del Camino del de Santiago de Compostela. Padre de dos hijas, extremeño apasionado, viajero curioso, siempre estoy dispuesto a dejarme sorprender.

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