Puro. Universal. Imperecedero. Arte.

Señalar qué es Arte y delimitarlo de lo que no lo es resulta para los interesados un empeño tan obsesivo como irresoluble. Para bien de todos –añado yo–, porque la creación artística, sea o no buena, no es otra cosa que un puente que comunica dos orillas: la del creador y la del público; orillas mutuamente desconocidas que no necesitan entenderse, tan sólo conmoverse con el oleaje que produce el autor en su ribera y revuelve las conciencias de sus espectadores, en la otra, de un modo tan dispar como inesperado.

Ese es el efecto aleatorio y feliz que produce el Arte en la sociedad: una sacudida a contracorriente que nos conmina a aparcar las prisas y a mirar; a mirar hondo, más allá de prejuicios y banderas, y a cuestionarse las certezas con las que tan cómodamente convivimos.

Inherente a esa condición difusa del Arte es la farsa. Sea al calor de una subvención o de la droga de la fama medida en puñados de likes, proliferan quienes se proclaman artistas, aunque en realidad no sean más que unos provocadores arrimados, qué contradicción, a la más manida corrección política. De vuelta al símil fluvial, pasado el tiempo y regresadas las aguas a su cauce, de esos farsantes no quedará ni un grano de arena en la orilla.

Joyland es una de esas obras de Arte. Su historia encauza sin torbellinos ni efectismos, sin rendirse a la alharaca facilona, impregnándose de la timidez de Haider, su protagonista, avergonzado por ser el perdedor dentro de su propia familia. Su falta de aplomo se ve acentuada cuando se sienta a la mesa donde padres, hermanos y hasta su propia esposa agarran las riendas de sus vidas, mientras que Haider transita la suya a remolque de todos ellos.

Como era habitual en él, el cambio de rumbo le alcanza a su pesar; diría que contra su voluntad. Haider encuentra un trabajo. No uno cualquiera: le contratan en una compañía de danza erótica, en el cuerpo de baile que acompaña a Biba, la cantante estrella entre cuyos atractivos cuenta que es transexual. Lo que nace y crece a ritmo pausado es el romance entre ambos y, como la radiación nuclear, sus efectos impregnan casi homeopáticamente a la familia de Haider; a toda ella hasta el desenlace final.

Un último dato que omití citar hasta ahora –aclaro– a intento: la trama descrita transcurre en Islamabad, la capital de Paquistán.

Con tales ingredientes, cualquier director podría habernos “cocinado” una película más evidente, aspavientosa y visceral, una reivindicación genuina, con héroes y villanos perfectamente caracterizados; un “producto”, en fin, donde sentirnos cómodos, emplazándonos en el bando bueno y facilitándonos, al salir del cine, tomar unas bravas aderezadas con nuestra superioridad moral. Pero Saim Sadiq no.

El aguafiestas que dirige esta cinta galardonada, entre otros, con el premio Un certain regard que otorga el jurado del Festival de Cannes; digo que el director escoge el camino difícil, el más antipático y, en la escena más violenta de toda la película, se vale de la voz de la cuñada de Haider para acusar a todos –a nosotros también, sobre todo a nosotros– del drama que arrasa a su familia.

Arte sencillo y, precisamente por ello, devastador: sin multimillonarias estrellas ni decorados exóticos, sin bandas sonoras pegadizas ni efectos especiales. Puro Arte. Universal. Imperecedero.

Gracias por darme tiempo.

Publicado por fpadillach

Mérida, 1963. Desde mi infancia soñé ser escritor, pero pospuse el impulso en favor de proyectos más ‘razonables’. Licenciado en Derecho por la Complutense y con estudios de postgrado en Esade y la Universidad de California, hasta 2018 he trabajado en empresas multinacionales. Ahora escribo. "Tres Sures sin Norte" (2020) fue mi primera novela. “Diva Æterna” (2023) la segunda, pero no la última. También escribo relatos cortos, como “La prestamista de embustes”, ganador del XXXIV Certamen Literario “Joaquín Lobato” del Ayuntamiento de Vélez-Málaga, “Maneki-neko”, finalista del V Premio Internacional Ciudad de Sevilla, o "Josune no camina sola", microrrelato finalista del II Concurso “100 caminos 100 relatos” del Circulo Chileno de Amigos del Camino del de Santiago de Compostela. Padre de dos hijas, extremeño apasionado, viajero curioso, siempre estoy dispuesto a dejarme sorprender.

Deja un comentario

Diseña un sitio como este con WordPress.com
Comenzar