Chat GPT

Es la estrella del momento. Pocos podrán negar haber oído hablar de él sin devaluar su reputación. No es raro escuchar a alguien con cara de “estar en el ajo” deshaciéndose en elogios a su favor, vaticinándole un porvenir brillante a la vez que augurando el horizonte más siniestro para los pobres curritos a quienes el recién llegado enviará irremediablemente al paro. Me refiero, naturalmente, a Chat GPT (versión 3, debo añadir, a sabiendas de que la cuarta está en camino).

Sin ir más lejos, hace unos días vi el anuncio de un curso sobre –toma nota del sintagma– IA generativa, especialmente dirigido a profesionales de comunicación, tanto periodistas como su contraparte, los responsables de gabinetes de prensa. En quien pensé primero fue en el general y filósofo chino Sun Tzu, autor del tratado El arte de la guerra, publicado en el siglo quinto antes de Cristo, que, más allá de un manual de estrategia militar, es un referente para aquellas actividades donde derrotar a un adversario es imperativo. Perdóname la ironía, pero el libro contiene una máxima, “Conoce a tu enemigo”, que debiera ser el título del citado curso, pues para un comunicador Chat GPT es, antes que una ayuda, una amenaza letal.

En definitiva, Chat GPT llega rodeado de valoraciones, positivas casi todas, gracias al efecto halo de la Inteligencia Artificial, esa nueva religión de la que dudar es como poco aguafiestas, cuando no sedicioso o blasfemo. Precisamente porque es una cuestión de Fe, abundan los vendedores de magia y escasean las voces científicas que nos describan el alcance real del fenómeno.

Porque los mensajes simplificados (que no los sencillos) siempre levantan mis sospechas; por alusiones también, porque he leído que éste será el fin de los que escribimos; porque la IA en otros ámbitos (por ejemplo, el de los coches autónomos) avanza a un ritmo muy inferior a las expectativas publicitadas; y porque, ante todo, soy curioso con todo lo nuevo. Por ello, me he tomado mi tiempo para recopilar información, científica sobre todo, acerca de Chat GPT, y he reunido la paciencia necesaria para darme de alta en él y probar el artefacto.

Respuesta de Chat GPT a la pregunta “¿Qué tal estás?”

Confieso que la primera experiencia es impactante. Lo de menos es la rapidez a la que responde las consultas. Lo que sobrecoge es la calidad de éstas, sobre todo en la forma; también en el fondo, aunque menos. Me explico. Formalmente, el contenido que Chat GPT genera es fluido, bien estructurado, con un vocabulario que se adapta al tema que trata. Vamos, que no me cabe duda de que supera con creces la Prueba de Turing con que se verifica que una máquina es inteligente hasta confundirse con un humano.

Sin embargo, en ocasiones, el desarrollo del fondo carece de inteligencia, en concreto, de una muy específica, que es el sentido crítico. El chat se comporta como un explorador enciclopédico que, en décimas de segundo, es capaz de rastrear miles de fuentes y escribir a partir de ellas un texto coherente basado en sus hallazgos. Lo que no es capaz de hacer es discriminar, por lo que puede llegar a producir un ensayo conteniendo afirmaciones erróneas, incluso falsas; eso sí, con una prosa impecable que, para los no avisados, aparenta una verosimilitud inquietante.

Quizás sea mi optimismo el que me lleva a presumir que, en no mucho tiempo, su capacidad de aprender perfeccionará dichas búsquedas y logrará separar el grano de lo verdadero de la paja falsaria. Quiero creer que en ello radica su inteligencia. El “producto” resultante será tan insuperable que correrá el riesgo de convertirse en un recurso tramposo tanto para estudiantes sobrados de urgencias como para profesionales faltos de escrúpulos.

Sin embargo, lo que mis deseos no alcanzan a otorgarle a Chat GPT, por muchas mejoras que experimente la IA, es creatividad, dicho sea en sentido artístico. Podrá componer un soneto emulando a Shakespeare o a Lope de Vega, podrá relatar una historia con personajes y lugares sobre los que nadie haya escrito, pero será incapaz de inventarse universos tan extraordinarios como los de Macondo o Comala o, acaso, de rozar la impresionante caracterización del anodino y a la vez emocionante protagonista de Stoner. La creatividad implica un estadio superior al del mero escritor: requiere abrir más allás, abordar nuevas preguntas a partir de preguntas previamente formuladas; exige una visión del lenguaje que trasciende su académico significado y emplaza al lector en tiempos y espacios inexplorados. La creatividad no se ejercita prosiguiendo por el camino trazado, sino atreviéndose a salir de él y a equivocarse intentándolo, algo tan incompatible con la AI como genuinamente humano.


Acabo enumerando una serie de artículos publicados recientemente en The Conversation. Desde aquél que trata de describir Chat GPT lo más asépticamente posible, hasta el que señala sus limitaciones en el campo de la poesía o el que discrepa de su pretendida inteligencia, pasando por el que reflexiona acerca del encaje de Chat GPT en el proceso educativo. Mi objetivo al referirme a ellos no es otro que aportar perspectiva a un asunto que aún vuela bajo para la altitud que ambiciona alcanzar.

Chat GPT es una avanzadilla admirable en el (aún) difuso universo de la AI. Estoy convencido de que dentro de unos años lo recordaremos sonriendo con la misma ternura con que observamos los patosos progresos de un niño que se yergue y comienza a caminar. De mí tiene la máxima atención, porque acostumbrado a que los descubrimientos más notorios sean acaparados por físicos y biólogos, que ahora sea la escritura la que revolucione el mundo, me hace creer en la incalculable fuerza de la palabra, en el poder que nunca perderá.

Gracias por darme tiempo.

Publicado por fpadillach

Mérida, 1963. Desde mi infancia soñé ser escritor, pero pospuse el impulso en favor de proyectos más ‘razonables’. Licenciado en Derecho por la Complutense y con estudios de postgrado en Esade y la Universidad de California, hasta 2018 he trabajado en empresas multinacionales. Ahora escribo. "Tres Sures sin Norte" (2020) fue mi primera novela. “Diva Æterna” (2023) la segunda, pero no la última. También escribo relatos cortos, como “La prestamista de embustes”, ganador del XXXIV Certamen Literario “Joaquín Lobato” del Ayuntamiento de Vélez-Málaga, “Maneki-neko”, finalista del V Premio Internacional Ciudad de Sevilla, o "Josune no camina sola", microrrelato finalista del II Concurso “100 caminos 100 relatos” del Circulo Chileno de Amigos del Camino del de Santiago de Compostela. Padre de dos hijas, extremeño apasionado, viajero curioso, siempre estoy dispuesto a dejarme sorprender.

Deja un comentario

Diseña un sitio como este con WordPress.com
Comenzar