Maldito parné

Pocos asuntos generan más reacciones contradictorias entre nosotros que los relacionados con el dinero. La lista es interminable: amor y odio, alegría y ansiedad, orgullo y envidia, interés y desidia (esta última fingida muchas veces).

Por ejemplo, aplaudimos bovinamente al político Robin Hood que señala a ese ente odioso —“el rico”— y, con lenguaje justiciero, promete expoliarle hasta el derecho a respirar. Nos sentimos reivindicados (atención a este término, reivindicar, asociado a la palabra vindicta, venganza en latín), pues “rico” es el otro, nunca nosotros. Pero, ya tarde, descubrimos que es un trampantojo, cuando nos alcanza el arañazo que merecían esos a quien estigmatizó el ladino líder. Así pues, y volviendo al párrafo inicial, apelando a nuestra fobia al dinero, el dirigente logra meter la zarpa en el bolsillo de los que nos creíamos “reivindicados” sin que ninguno alce la voz, so pena de ser tildado de rico, insolidario y cosas peores si se atreve a hacerlo.

¿De dónde nos viene este “desarreglo emocional”? ¿Por qué un asunto tan numérico como el dinero se despacha a golpe de emociones en lugar de con razones?

Hace mucho concluí que se trata de una cuestión que enraíza en la educación religiosa que impregna a la sociedad. El cristianismo, y particularmente el catolicismo, dedican al dinero calificativos que, en el más suave de los casos, tienen categoría de desdén. Los Evangelios contienen numerosos episodios que lo evidencian. En su único arrebato violento, Jesús expulsó a los mercaderes del templo. Mateo evangelista, fue redimido por Aquél de la ignominia de recaudar impuestos. “Dad pues a César lo que es de César y a Dios lo que es de Dios”, así zanjó Cristo cuando le mostraron el denario del tributo. Más aún, que entre los Siete Pecados Capitales se halle el de la Avaricia da idea del rango que los asuntos monetarios tienen para el cristianismo.

Ahí quedaría todo, circunscrito a las iglesias, si la sociedad no hubiera adoptado la aversión al dinero entre su modus operandi. Así, nuestro Código Penal, alineado con los mandamientos cristianos, incluyó al delito de usura hasta su derogación, tan recientemente como en 1995. Sin ser tan dramático, igualmente, pocos desconocerán qué quería decir Estrellita Castro cuando se refería al “mardito parné” en la copla:

¡María de la O!
Que desgrasiaíta, gitana tú ere
teniéndolo tó.
Te quiere reí,
y hasta los ojitos los tienes morao
de tanto sufrí.
Mardito parné
que por su curpita dejaste ar gitano
que fue tu queré.
Castigo de Dió
Castigo de Dió
é la crusesita que lleva a cuesta
María de la O

Por eso a nadie extraña que, entre los trabajos más denostados, el de banquero se lleve la palma. Por eso, en una entrevista de trabajo, muchos dejan el asunto de la retribución para un final que parece una huída. Por eso también, en una compraventa, lo mismo de una casa que de un coche, nos refugiamos en subterfugios como “en el precio seguro que nos pondremos de acuerdo” para ocultar nuestra vergüenza.

Por eso creo, finalmente, que nuestra Cultura Financiera —con mayúscula— es paupérrima. Porque hablar de dinero es un tabú que se asemeja a confesar una desviación sexual. ¿Qué degenerado propondría dar clases sobre asuntos monetarios a unos niños? Ya habrá entre ellos alguno que estudie Económicas.

Sin embargo, a todos nos alcanzará algún día la jubilación, muchos se verán en el trance de solicitar un préstamo, indefectiblemente, no pocos se preguntarán qué hacer con sus ahorros y la mayoría rendirá cuentas ante Hacienda.

Las finanzas son sencillas. Apenas requiere saber sumar y restar para comprenderlas. Si a la hora de comprar un coche nos informamos de sus características, ¿por qué aceptamos ir a ciegas en nuestras decisiones financieras? Lo mismo que nos interesamos por nuestros derechos políticos, ¿por qué, puede saberse, no educamos en finanzas a los ciudadanos? La ignorancia no evitará que nos alcancen los problemas, tan sólo retrasará el momento de afrontarlos. Justo cuando sea tarde.

Termino con la referencia a un artículo publicado en The Conversation por la doctora Elisabet Ruíz, profesora de Finanzas de la Universitat Oberta de Catalunya. Con el título “La educación financiera sigue siendo un asunto pendiente”, rema en una dirección a la que yo, modestamente, deseo unirme.

Gracias por darme tiempo.

Publicado por fpadillach

Mérida, 1963. Desde mi infancia soñé ser escritor, pero pospuse el impulso en favor de proyectos más ‘razonables’. Licenciado en Derecho por la Complutense y con estudios de postgrado en Esade y la Universidad de California, hasta 2018 he trabajado en empresas multinacionales. Ahora escribo. "Tres Sures sin Norte" (2020) fue mi primera novela. “Diva Æterna” (2023) la segunda, pero no la última. También escribo relatos cortos, como “La prestamista de embustes”, ganador del XXXIV Certamen Literario “Joaquín Lobato” del Ayuntamiento de Vélez-Málaga, “Maneki-neko”, finalista del V Premio Internacional Ciudad de Sevilla, o "Josune no camina sola", microrrelato finalista del II Concurso “100 caminos 100 relatos” del Circulo Chileno de Amigos del Camino del de Santiago de Compostela. Padre de dos hijas, extremeño apasionado, viajero curioso, siempre estoy dispuesto a dejarme sorprender.

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