Contorsionistas de peana

POLITIQUERÍAS (2ª parte)

Vivir expuesto obliga a algunos a hacer contorsiones inéditas. Cuando alguien pretende ejercer un liderazgo (político, religioso, científico, filosófico, artístico, deportivo o como mero influencer) debe ser consciente de que pasa a ocupar un escenario en el que todas sus actuaciones se someten –de sumisión– al escrutinio y posterior juicio de los tribunales (mediáticos, redes sociales, incluso judiciales), que, en última instancia, despacharán sentencias al público –“la gente”, nos llaman–, que las refrendaremos o rechazaremos a golpe de clic.

Digo bien (“cuando alguien pretende ejercer un liderazgo”), pues son muchos los que lo pretenden, pero muy pocos los que, de facto, nos lideran. Precisamente, porque al subirse a ese escenario, a la peana que da título a esta entrada, abundan los que trastabillan y se caen haciendo un sonado ridículo.

Porque liderar es una cosa y, a la vez, no es muchas otras: liderar es señalar una dirección y no es unirse a la de la mayoría; es defender lo inconveniente y no es regalar el oído a muchos; es ser incómodo y no es ser acomodaticio; es mantener un rumbo o criterio y no es adaptarse al vaivén de las tendencias; porque, en fin, liderar es ir más allá y no es quedarse acá mareando las palabras para que nada avance.


Medio siglo XX y buena parte del XXI han presenciado –aún estamos en ello– la eclosión de los movimientos sociales en favor de gays, lesbianas, transexuales, bisexuales y un largo etcétera que no enumero, no por menosprecio, sino por incomprensión, pues, francamente, aún no he asimilado qué significa ser no binario o cómo encaja en todo ello el término queer (en mi inglés del siglo pasado significaba extraño, raro).

El esfuerzo que la sociedad heterosexual de Occidente ha hecho para acomodar este universo dentro de ella ha supuesto una transformación monumental. Sin ignorar los sacrificios que las personas LGTBIQ+ han soportado y soportan para verse tratados, precisamente, como personas, no como enfermos o algo peor.

Que haya unos pocos oasis donde la coexistencia LGTBIQ+H (esta última inicial por lo heterosexual) es armónica no niega que el desierto aún sea inmenso: el Islam entero, el Putin de Rusia, la India de Modri, las dictaduras norcoreana, venezolana y china o el flemático Japón, son, entre otros, lugares donde ser gay u opinar a favor está perseguido (ver mapa al final). Así mismo, que haya líderes que, literalmente, se han partido la cara en esta travesía es ya parte de la Historia; igual que ha habido aprovechados que han intentado confundirse con la marea y hacerse pasar por pro-LGTB…


Muestra de esto último y por ende de lo dicho antes acerca del liderazgo es la reciente actuación de Francisco el papa católico, tanto en su vulgar referencia al frociaggine (“mariconeo”, se traduce) reinante en los seminarios italianos, como en las componendas a las que se sometieron –de sumisión, otra vez– los portavoces vaticanos para echar tierra sobre la filtración de sus palabras. Pero no nos engañemos, que esta anécdota es el síntoma, lo superficial. Lo grave es el fondo.

El Santo Padre es, por designación, líder espiritual de una comunidad que roza los 1.400 millones de fieles. Además, es el superior jerárquico de más de 5.000 obispos y decenas de miles de sacerdotes, diáconos, monjas, etc. Sus órdenes y, sobre todo, su doctrina determinan las conductas de millones de ciudadanos en sus quehaceres diarios; más aún, en sus opiniones. La Iglesia Católica es de lejos la primera y más longeva multinacional del mundo. No debe obviarse aquí el tremendo impacto que en ella ha tenido la oleada de abusos homosexuales (subrayo el prefijo) perpetrados por muchos de sus prelados, tanto por acción como por omisión.

Por ello, la palabra del Romano Pontífice, a fin de cuentas, su liderazgo es determinante en lo que concierne a la homosexualidad. Sus palabras son importantes, pero los gestos que las refrenden (o no) lo son más si cabe.

Lo advertí hace tiempo: este Papa cayó en la tentación del liderazgo soft al que me referí al principio, prefirió tener likes a dirigir de verdad. Ha entrado en las distintas controversias sexuales con palabras amables, diciendo lo que la gente quería escuchar, lo que le ganase la alabanza en los foros sociales sin merma en su propia casa; pero luego, hacer hacer, no ha hecho nada. El matrimonio entre personas del mismo sexo no será aceptado bajo su magisterio, tampoco los divorciados podrán casarse otra vez, ni las mujeres accederán al sacerdocio… ni los maricas (perdón por la ironía) entrarán en el seminario. Este es el fondo; lo demás, palabrerío, contorsiones sobre la peana.

Gracias por darme tiempo.

Derechos LGTB por país (Wikipedia, 2023)

Publicado por fpadillach

Mérida, 1963. Desde mi infancia soñé ser escritor, pero pospuse el impulso en favor de proyectos más ‘razonables’. Licenciado en Derecho por la Complutense y con estudios de postgrado en Esade y la Universidad de California, hasta 2018 he trabajado en empresas multinacionales. Ahora escribo. "Tres Sures sin Norte" (2020) fue mi primera novela. “Diva Æterna” (2023) la segunda, pero no la última. También escribo relatos cortos, como “La prestamista de embustes”, ganador del XXXIV Certamen Literario “Joaquín Lobato” del Ayuntamiento de Vélez-Málaga, “Maneki-neko”, finalista del V Premio Internacional Ciudad de Sevilla, o "Josune no camina sola", microrrelato finalista del II Concurso “100 caminos 100 relatos” del Circulo Chileno de Amigos del Camino del de Santiago de Compostela. Padre de dos hijas, extremeño apasionado, viajero curioso, siempre estoy dispuesto a dejarme sorprender.

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